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Autódromo de Monza, historias de gloria y muerte- Parte 1
Es uno de los últimos rincones que le queda a la Fórmula 1 romántica y a pesar de la nueva avanzada global de la categoría, el circuito sigue manteniendo la mística de los Grandes Premios que agregaron oro a la máxima. El Autódromo Nazionale di Monza es para algunos pilotos solo un circuito de la vieja escuela, para otros, es uno de los mejores lugares para disputar un Gran Premio de Fórmula 1; pero para la gran mayoría del público de las carreras, el autódromo nacional de Monza es un circuito mítico, legendario y tal vez sagrado, que, inevitablemente evoca el brillo de glorias pasadas, así como la pesadumbre y el drama de las tragedias vividas en medio de una incipiente F1. Se trata de la Catedral de la velocidad.
En Monza se descubre qué piloto va rápido, cuándo levanta y cuándo exprime al máximo el auto. Sus rectas, frenajes y curvas, como la Parabólica, por ejemplo son la muestra cabal del examen que a simple vista un espectador puede hacer de cada piloto y darse cuenta en ese instante de su calidad.
El circuito de Monza es, tanto sinónimo de velocidad, como uno de los símbolos más representativos de la Fórmula 1. Este legendario trazado cuenta con una serie de anécdotas y records que lo hacen único en el calendario, así como parte fundamental de la historia de la categoría máxima del automovilismo. Son más de 80 años, los que este autódromo tiene en actividad, así como casi 70 Grandes premios en distintas categorías del automovilismo, eso sin contar las participaciones que ha tenido en el mundo del motociclismo.
CONSTRUCCIÓN A TODA VELOCIDAD
Las altas velocidades caracterizan a Monza, y eso se refleja en su planificación, construcción e inauguración, en menos de un año, un terreno de 3,4 km2 se convirtió en una pista de 10 km de extensión, la cual se dividía en un trazado mixto de 5,5 km, y un ovalo de 4,5 km. El autódromo italiano, fue el tercer circuito permanente que se construyó en el mundo, precedido por el circuito de Brooklands en Inglaterra de 1907, y el de Indianápolis en EEUU, de 1909. La financiación fue llevada a cabo por el Milan Automobile Club, el cual decidió la construcción del circuito, con motivo de su aniversario número 25.
Hicieron falta 35000 obreros para llevar a cabo esta tarea entre los meses de mayo y julio de 1922, solo hicieron falta 110 días de construcción para tenerlo listo; pero no fue sino hasta el 3 de septiembre de ese año, que el circuito de Monza fue inaugurado, luego, 7 días después. los motores rugirían por primera vez, celebrando el segundo GP de Italia, y estrenándose en la lista de los circuitos fatales, ya que en aquella primera carrera, murió el alemán Gregor Kuhn, siendo el primero de una larga lista de fallecidos en este trazado; en 1923 y 1924, Ugo Sivocci y Louis Zborowski, también encontraron la muerte en la pista italiana. La velocidad de Monza no perdona...
EL OVALO CON PERALTE
A semejanza del circuito inglés de Brooklands, Monza fue diseñado para probar automóviles, así como una vidriera perfecta para el desempeño de la industria automovilística italiana, y en la actualidad, es el trazado más antiguo con el que cuenta el calendario de la Fórmula 1. Ya como uno de los referentes en el creciente mundo de automovilismo, el circuito de Monza, contaba con una sección espectacular y fuertemente peraltada, en la actualidad, esta zona, así como muchos pasajes de la historia de este autódromo, se pierde en la creciente vegetación del bosque. Aquella mítica sección, formó parte del circuito en el que se disputó el Gran Premio de Italia, así como el óvalo de más de 4 kilómetros de longitud.
Al igual que otras pistas de carreras antiguas, el peralte se incorporó como una forma de ayudar a los autos, relativamente primitivos de aquella época, a ir más rápido en las curvas, aunque la original era una curva peraltada mucho menos impresionante que la que sobrevive en la actualidad. En la parte oval, se contaba con dos curvas elevadas de 40 grados, en las que se calculaba que los autos podían alcanzar los 190 kilómetros por hora.
Por suerte todavía persisten secciones del óvalo, terriblemente inclinado en que es imposible pensar que un auto podía transitarlo a casi 200 kilómetros por hora. Ver y caminar sobre esa superficie es sentirse un poco historia de aquellos primeros Grandes Premios con vehículos tan diferentes de los actuales y pilotos que salían a la pista buscando la gloria o encontrando la muerte.
LOS GRAVES ACCIDENTES
Aún lejos del nacimiento de la F1, en 1928, el circuito de Monza fue el emplazamiento de uno de los accidentes más graves del automovilismo italiano, Emilio Materassi pierde la vida junto a 27 espectadores en junio de ese año. Materassi ganó el Gran Premio de Mugello al volante de un Talbot y finalizó segundo en la Coppa Acerbo, en agosto; ese mismo mes ganó su cuarta Coppa Ciano. Pero fue en septiembre cuando encontró la muerte en la vuelta 17 de la carrera en Monza. Debido al accidente de Emilio, las carreras posteriores a 1928, fueron confinadas a la sección del óvalo, fue así hasta 1933, año en el que hubo tres muertes; Campari, Borzacchini y Czaykowski fallecieron en la curva sur del óvalo. Estas tragedias, serían las responsables del rediseño del trazado, además, etiquetarían a Monza como un circuito tan veloz como letal.
Entre 1935 y 1937, se utilizó el circuito en una configuración que tomaba parcialmente la curva sur del óvalo, dos chicanas nuevas se habían añadido y se eliminó la recta más larga. Así pues, entre 1938 y 1939, se añadieron dos curvas que se construyeron nuevas; esta configuración se utilizó hasta 1954. En 1938 se dejó de usar las curvas originales, y el circuito adoptó una longitud de 6,3 Km.
El circuito sobrevivió a la guerra, pero no fue hasta 1948, tras una renovación necesaria por la falta de mantenimiento, que se reutilizó para albergar carreras de Gran Premio, el 17 de octubre de ese año, Monza reabre sus puertas. Por otra parte, al año siguiente, el autódromo italiano comenzó a albergar carreras del campeonato mundial de automovilismo.
LLEGADA DE LA FORMULA 1, JUAN MANUEL FANGIO PROTAGONISTA
El campeonato mundial de Fórmula 1 llegó como un certamen de carreras de Gran Premio, y lo hiz adornado por el fantástico colorido de Monza, cuyo público ha definido la personalidad del circuito.
En el año de debut de la F1, este autódromo fue la última carrera puntuable del calendario, siendo el escenario de la emocionante definición de aquella primera temporada, en la que Giuseppe Farina, se alzó con el título, remontando de la tercera posición, hasta la primera en la clasificación general de pilotos; para lograr tal hazaña, tuvo que triunfar en Monza, a pesar de que fue nuestro Juan Manuel Fangio quien había conseguido la Pole Position y posteriormente el subcampeonato.
Entre 1951 y 1952, el tricolor italiano se impuso en Monza, Alberto Ascari al mando de una Ferrari con especificaciones de Fórmula 2, fue el flamante ganador de la carrera en ambas ediciones. Pero en la carrera de 1952, el autódromo de Monza estuvo a punto de ser el sitio del fin prematuro de uno de los pilotos más exitosos que ha tenido la F1.
El argentino Juan Manuel Fangio, quien se dirigía hacia Monza tuvo que tomar un vuelo comercial a Londres y luego otro a París, luego, un amigo se ofreció a llevarlo en auto a Lyon, y allí le prestó el auto para que recorriera el tramo restante de 480 kilómetros a través de los Alpes hasta Monza. Fangio llegó media hora antes de que comenzara la carrera. La fatiga hizo que; el campeón, en la segunda vuelta y con un auto con el que no estaba familiarizado; se equivocara teniendo uno de los peores accidentes de toda su trayectoria deportiva, sufrió la rotura de varias vértebras cervicales y se vio obligado a guardar reposo durante 12 semanas. La introducción obligatoria del casco en aquella temporada, le salvó la vida, ya que su cabeza, recibió el mayor impacto contra el asfalto.
Pero no fue hasta 1953 que Monza fue testigo de uno de los finales más emocionantes de la F1; en la última curva, Fangio, que estaba 4°, adelanta a los imbatibles Ferrari de Ascari y Farina, así como a su compatriota, Onofre Marimon, y se alza con el triunfo manejando un Maserati, que, hasta el día anterior, había presentado unas intensas vibraciones, que inquietaban al argentino.
La anécdota cuenta que el sábado por la noche el mecánico jefe le dijo a Fangio que se fuera a dormir tranquilo, le prometió que, al día siguiente, no tendría problemas con la vibración de su auto. Efectivamente, tras probarlo en la mañana siguiente, la oscilación había desaparecido. Al terminar la prueba Felice Boneto, compañero de Fangio, se acercó al argentino para comentarle lo mal que lo había pasado con su auto por una vibración que había aparecido de forma sorprendente; Fangio, en ese momento, supo que su mecánico había pasado la noche intercambiando los números de los dos vehículos para así darle a Fangio el Maserati sin vibraciones. De este modo, Fangio pudo ganar una de las carreras más reñidas de todos los tiempos.
NUEVOS CAMBOS EN EL CIRCUITO
En 1955 el circuito sufre una serie de modificaciones que lo acercaron a su diseño original. Se volvió a habilitar la sección del óvalo de 4,25 km, ahora, este se unía a la sección curvilínea de 5,75 km, de este modo, Monza volvía a su longitud original de 10 km. La sección oval incluyó la legendaria curva Parabólica. También se construyó un puente que pasaba sobre una parte de la pista. Esta configuración se usó entre 1955 y 1956, y no se volvería a usar hasta 1960 y 1961.
La variante Ascari; la novena curva, recibió dicho nombre tras el fatal accidente de la leyenda italiana, Alberto Ascari, el 26 de mayo de 1955. El bicampeón viajó a Monza para probar un modelo de Ferrari, accidentándose, en lo que era una de las curvas más rápidas del trazado. Dicho accidente le provocó la muerte, aunque los hechos nunca fueron aclarados totalmente.
A pesar de las fatalidades, el circuito de Monza, no se ha limitado a ser un autódromo nacional, o confinado a la tradición automovilista europea, el trazado italiano ha fusionado lo mejor de dos culturas convirtiéndose en un circuito de clase mundial. La carrera de los Dos Mundos, o las 500 millas de Monza, fue una carrera disputada únicamente en la sección del óvalo entre 1957 y 1958. Este evento fue el resultado de una propuesta para que los pilotos y equipos americanos, compitieran directamente con los de F1 en suelo europeo; gracias a la similitud con las 500 millas de Indianápolis, el autódromo recibió el nombre de Monzanápolis. En ambas ediciones ganaron pilotos americanos, Jimmy Bryan venció en 1957 y Jim Rathman en 1958. La peligrosidad y el costo del evento, hizo que dicha carrera dejara de disputarse.
LA TRAGEDIA DE 1961
En la entrada de la veloz curva Parabólica, Jim Clark, golpeó con su Lotus, al Ferrari de 'Taffy'. El monoplaza del alemán voló por los aires y cayó entre el público, lo que causó la muerte inmediata de 14 espectadores, de los que 12 se encontraban ahí de manera ilegal. El barón alemán, Von Trips, falleció en el acto. Esto apuró el final de la utilización de la sección ovalada de alta velocidad aún sin haber ocurrido el accidente en ella, sino en la entrada a la Parabólica.
El óvalo se utilizó por última vez en los 1000 km de Monza de 1969. No obstante, las altas velocidades que se alcanzaban en el trazado mixto, llevaron al agregado de dos chicanas en 1972. Así aparecen la 'Variante de Ascari', modificada después en 1974, y la 'Variante de Rettifilo'.
Nueve años más después de la muerte de Von Trips, el 5 de septiembre de 1970, otro gran piloto también encontró el fin de su vida en las prácticas del GP de Italia en Monza. Tras una maniobra efectuada para encarar la famosa y fatídica curva Parabólica, su auto quedó bloqueado y su trayectoria continuó en línea recta chocando a gran velocidad contra el muro. Jochen Rindt se fracturó ambas piernas, clavándose algunas piezas del monoplaza en el pecho y abdomen. Al final de ese año, ningún piloto pudo superar al austríaco en la clasificación general, de este modo, Rindt se convirtió en el primer y único campeón póstumo.