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Cuatro décadas de admiración

Se cumplen 40 años del triunfo de Carlos Reutemann en Nurburgring. El recuerdo a través de un documento único.
Cuatro décadas de admiración
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El 37° Grand Prix de Alemania quedó en la historia del automovilismo argentino cuando Carlos Alberto Reutemann logró allí la cuarta victoria de su campaña en la Fórmula 1, venciendo con un Brabham BT44 en lo que era la carrera más díficil de un calendario muy exigente, una carrera que se disputó hace exactamente hoy 40 años.

La debilidad de los tuercas argentinos hacia el circuito del Nurburgring viene del tiempo de Juan Manuel Fangio y sus tres victorias (en 1954, 1956 y 1957) y la Misión Argentina con los Torino 380W de 1969, pero este triunfo de Reutemann contribuyó de manera fenomenal a fortalecer ese vínculo. Una unión revalorizada esta temporada con el triunfo de José María López en el mismo circuito de casi 200 curvas durante el WTCC.

Lo espectacular de aquella victoria fue que se produjo en un momento en el que Niki Lauda y su Ferrari 312T eran dominadores absolutos de la Fórmula 1, al punto que el austríaco había ganado cuatro de los seis Grands Prix anteriores y en la clasificación, el sábado 2 de agosto de 1975, fue el primero en bajar los siete minutos para completar el recorrido de 22,835 kilómetros, marcando 6m58s6 a más de 196 km/h, una muestra sencilla de lo fuerte que andaba el auto italiano. Reutemann solo había podido marcar el décimo tiempo de la clasificación con 7m04s, a 5s4 del austríaco que al año siguiente sería su compañero en Ferrari.

Lo mejor es recurrir al momento para entender la magnitud del triunfo. “Mientras los demás bajaban los tiempos en la última sesión de clasificación, yo me dediqué a girar con bastante nafta y probando exclusivamente el juego de gomas. Entonces me dediqué a buscar el punto óptimo del auto y me quedé conforme con ese tiempo” explicaba en una conversación con Germán Sopeña (“Corsa”) una semana después. “Fui afinando el auto como mejor me parecía para utilizar correctamente esas gomas y Gordon Murray no estaba muy de acuerdo conmigo. Por supuesto no me desautorizó sino que simplemente dudaba de que diera resultado. Pero ganamos”.

Lauda tomó la punta, como correspondía, en una jornada de tremendo calor. Los problemas se multiplicaron en el pelotón y el argentino cumplió la primera de las 14 vueltas en el cuarto lugar, detrás del líder, Patrick Depailler (Tyrrell) y su compañero Carlos Pace (Brabham). La otra Ferrari de Clay Regazzoni pronto lo desplazó a la quinta posición.

Pero Depailler sufrió una pinchadura en la cuarta vuelta, Pace enfrentó el mismo inconveniente en el sexto giro, el motor V12 de Regazzoni expiró y Lauda pinchó la cubierta delantera derecha, de manera que Reutemann lo superó en el curso del décimo giro. “Esta carrera en particular no fue muy peleada pero de todas maneras fue muy dura –contaba el santafesino- Sobre todo porque en el afán de andar más rápido la gran mayoría salía de las curvas deslizando con dos ruedas sobre la banquina y eso llenó la pista de piedritas que provocaron la gran cantidad de pinchaduras y problemas con las suspensiones”.

Reutemann terminó ganando el Grand Prix por 1m37s de ventaja sobre Jacques Laffite (Williams). Lauda terminó tercero, a más de dos minutos. “Pienso que la carrera se me dio simplemente porque no cometí ningún error. El auto anduvo bien, como siempre, y yo tuve la suerte de hacer todo bien”, explicaba, aunque reconociendo que “el auto trabajó toda la carrera con mucha temperatura (casi 110 grados) y entonces el motor no llega perfectamente al pleno régimen. Por encima de las 10 mil vueltas el motor no sonaba como un violín –como debe ser- sino que vibraba un poco, ya no era la perfección… Sin ese inconveniente hubiera podido andar más cerca de las Ferrari mientras punteaban”.

Del triunfo, que lo encaramó al segundo lugar del Mundial de 1975 (34 puntos contra 51 de Lauda), el argentino sacó una enseñanza: “En Nurburgring no se puede correr exigiendo permanentemente el auto el todo por el todo. Hay que darle respiros al auto, hay que cuidarlo de manera diferente a como se lo trata en cualquier otro circuito. Ese es el secreto para llegar y, por lo tanto, ganar (…) Tratar de irse afuera nunca, de cuidar el desgaste de las gomas, de salir de cada curva siempre con el auto bien apoyado. Tomarse sobre todo el gran salto de Nurburgring con tranquilidad para que el auto caiga sufriendo lo menos posible. Es una suma de cosas”.

 


Sucedió el 3 de agosto de 1975. Cuatro décadas atrás. El automovilismo era muy distinto. Las emociones, en cambio, son siempre las mismas.

   

 

 

 

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