Opinión
El minuto 0 de 24 horas
Toda una ceremonia que se repite año tras año y que conserva gran parte del espíritu de esta competencia tan singular. La previa de la largada de las 24 Horas de Le Mans es uno de los momentos más tradicionales del automovilismo mundial. Ya sin la corrida de los pilotos hacia los autos estacionados a 45 grados en la recta, pero con toda una rutina perfectamente guionada.
La salida de los autos desde boxes casi con dos horas de anticipación altera la atmósfera en La Sarthe. El público abandona los campings para buscar la mejor ubicación en las tribunas o detrás de un alambrado. Los coches engrillados se pierden entre la multitud. Y las elegantes promotoras se acomodan con las banderas de distintas nacionalidades que ilustran el carácter mundial del evento.
De a poco la grilla comienza a despejarse y los mecánicos se forman en hileras que atraviesan la pista. Suena la Marsellesa. El himno francés retumba y emociona. Los aplausos se extienden, mientras un helicóptero del ejército sobrevuela las tribunas precediendo el paso rasante de un puñado de aviones de guerra que dejan pintada la bandera gala en el cielo celeste de Le Mans.
Solo quedan las máquinas en el asfalto. Los primeros motores que se encienden hacen poner de pie al público en las gradas. La vuelta previa es extensa pero amenizada con una cortina musical de suspenso, que nos mete a todos en la cuenta regresiva. Cuando los autos asoman por la recta principal, algo químico sucede en el cuerpo. Es solo el comienzo. El minuto 0 de 24 horas que se esperan todo un año.