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LA GUERRA QUE NO MIRAMOS

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Se discuten cifras, aunque ya se acostumbra a convivir con una realidad alarmante que requiere de una solución integral.

 

 

La guerra de Irak abre muchos debates que, hasta el momento, no presentan soluciones a la vista. Desde los más profundos hasta aquellos que, en definitiva, parecen banales al lado de semejante horror. Una de las polémicas se centra en la cantidad de víctimas mortales originadas en la población civil desde que se desató el conflicto bélico, en 2003. Algunos datos arrojan 150.000 muertes. Otros, multiplican esa cifra por diez. Al margen de los números imprecisos, la causa es el espanto de la guerra y todo lo que arroja como consecuencia.

En la Argentina no hay ataques aéreos, explosiones en ciudades, desembarcos de tropas ni el terrible paisaje arrasador de una invasión. Sin embargo, en nuestro país padecemos una realidad escalofriante: por año hay aproximadamente 8000 víctimas mortales producto de los incidentes viales. Ello da un promedio de casi 24 personas por día. Por lo tanto, en la Argentina hay un muerto por hora debido a la inseguridad vial. ¿Y desde 2003 a la fecha?

La controversia por los datos también se desata aquí. Recientemente la ONG Luchemos por la Vida publicó un informe con 7613 muertes en 2014. Representantes de la Agencia Nacional de Seguridad Vial esbozaron 10.000. En tanto, desde las Naciones Unidas se proclamó el compromiso, entre 2011 y 2020, de concretar acciones para disminuir los muertos en el tránsito al 50 por ciento. Y está claro que estamos muy lejos de lograr esa misión.

¿Somos conocedores de semejante situación? Es la primera causa de mortalidad en la población más joven. Cada cuatro minutos un conductor profesional (de vehículos públicos o transportistas) viola un semáforo en la Ciudad de Buenos Aires. El 60 por ciento de los incidentes se origina por distracción de quien está a cargo del volante, con mayor incremento del uso del celular. Aún es alto el índice de la desprotección por no abrocharse el cinturón de seguridad, la ingesta de alcohol y más aún la no utilización del casco en la conducción de motos y bicicletas. En el mundo, la inseguridad vial se convirtió en endemia, según la Organización Mundial de la Salud.

Es hora de establecer, al margen de las acciones oficiales y la formalización de las estadísticas, una verdadera conciencia vial. La cadena debe comenzar por la concientización y la educación, luego el control y por último la sanción. Es sabido que en muchos distritos el comienzo se da desde el final, con un fin meramente recaudatorio. Pero cada agente de esta problemática, en especial conductores y peatones, debemos saber cuál es la realidad en esta problemática. A cualquiera puede sucederle. El respeto general comienza por el propio, para que luego se haga extensivo.

Continúan los debates sobre las cifras, que se acentuaron con el paso de la Semana de la Seguridad Vial. Y si bien aquí no se vive el horror de un conflicto bélico, en la Argentina nos acostumbramos a una guerra silenciosa, que no queremos ver. Aunque todos estamos involucrados.

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