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¡ Qué felicidad !

Rubens Barrichello ganó su primera carrera dentro del Súper TC 2000. El ex F1 volvió a Brasil reptiendo la frase ¡qué felicidad ! .
¡ Qué felicidad !
¡ Qué felicidad !

Cuando el sábado por la tarde Rubens Barrichello ganó la carrera clasificatoria de Súper TC 2000, lo primero que dijo fue “qué felicidad”. El piloto brasileño se lo decía en voz baja y lo repetía una y otra vez hasta arribar a la zona del podio. En ese sector, cuando estaba solo y esperando para la nota lo volvió a decir. No era para menos. El ex F1 conseguía su primer parcial dentro de la categoría y lo había hecho de manera contundente.

Al llegar el domingo el paulista sabía que comenzaba otro desafío, la carrera final. Dicho compromiso era más largo, con partida detenida, y bajo una jornada calurosa. Más allá de esos factores, que eran iguales para todos, el de Toyota volvió a ganar con contundencia. Al detenerse en la zona donde se ubican los tres primeros protagonistas de la final, disfrutó ese momento como tantos otros y volvió a repetir “qué felicidad”.

Si bien a Rubinho le hubiese encantado compartir esa alegría con sus hijos, uno estuvo a punto de venir pero no pudo a último momento, hay algo que quedó bien en claro. Su victoria puso feliz a todos y Rubens sintió que pudo compartirla con el ambiente del Súper. Al bajarse de su Toyota se pudo observar como cada uno de sus rivales fueron automáticamente a saludarlo, abrazarlo y a felicitarlo. Hasta Agustín Canapino, que siempre quiere ganar, se rindió a sus pies y lo abrazó. También los equipos, el periodismo, y todos aquellos que estuvieron en el autódromo porteño se alegraron y disfrutaron de su logro. Y tiene su motivo. La humildad de Barrichello. Un piloto que estuvo 19 años en la F1, que ganó en la máxima categoría a nivel mundial, que pasó por varias escuderías, entre ellas Ferrari, y que venga a estar entre nosotros y nos diga “tengo que aprender”, es bien de personas que marcan una diferencia. La modestia y la sencillez de un fenómeno como Barrichello hacen que todos se alegren por lo que consiguió a los 48 años de edad. Más allá que la frase le pertenecese, al verlo triunfar todos nos dijimos ¡qué felicidad!.

     

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